Hoy me estaba acordando de una obra de teatro que se llamaba "Ojalá te enamores", cuyo título se basaba en una maldición que se auguraban los comerciantes turcos para lograr una mejor tajada en los acuerdos comerciales, ya que si la otra parte del trato se enamoraba no podía concentrarse en el trabajo y le daba ventaja al contrario.
Y cuanta verdad hay en esta maldición turca. Cuando uno se enamora no puede poner demasiada atención en aquello que antes le parecía altamente relevante. También se dejan de tener en cuenta detalles que antes hacían de eje central de nuestra vida, ya que nos dejamos encandilar por la apariencia del otro, no nos importa si no combina, si no le sienta del todo bien, o cómo será que los demás lo ven.
Perdemos el eje y, si bien no tenemos que hacer transacciones con un turco usurero, muchas cosas se nos van de las manos, hasta podrían sacarnos dinero de los bolsillos un par de esos turcos que ni nos preocuparíamos.
Esto de pensar en el amor también vino de ver a una pareja en el colectivo los cuales se amaban de tal manera que les salía por los poros. Él era una especie de muchacho de los ´70, onda Bombita Rodriguez, y ella era una especie de Hobbit con mucha bijouterie y colores imposibles de ser combinados. Pero ambos se miraban, se besaban estando seguros que estaban con el ser más hermoso del universo, perdidos en su mundo y sin tener en cuenta nada más que su amor.
Ahí los dejé a estos dos nuevos malos comerciantes frente a los turcos, estando segura de que todos en realidad nos dejamos estafar o hacemos algún mal negocio cuando de amor se trata.
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