lunes, 23 de marzo de 2009

Conclusiones sureñas

En una extensa charla, de esas que salen en una caminata bordeando el Nahuel Huapí, comenzé a pensar en que tipo de persona soy, si estoy en el grupo de los optimistas o pesimistas, y así llegué a la conclusión de que trato de no mostrarme optimista para evitar el golpe.
Una especie de optimista encubierta, como que no se le anima a ser optimista a raja tabla sólo por el hecho de bancarse la mala sangre de decir "uh, no al final salió mal".
Así es como llegué a la conclusión que dentro de mí hay una optimista empedernida, que quiere darle rienda suelta a pensar, como a veces pienso, que por más que todo se venga abajo siempre se puede hacer algo más para salvarlo, que las cosas pueden salir bien y que, como escuché en un bar el otro día mientras pensaba, a veces lo imposible tarda un poco más.

2 comentarios:

Mar dijo...

yo soy realista! ni optimista, ni pesimista! aunque debo admitir que me gustaria ser optimista (no en exceso porque me irritaria un poco), porque el "realista" es un encubierto (ya sea para un lado o para otro), se entiende?... no importa!

marita dijo...

Escuchame Ruqui! no te hagas la optimista ahora que respirás aire puro, haceme el favor jajajajja

La verdad mi teoría es:
Esperar lo peor para luego no resultar tan dañado, si se da algo bueno la alegría será requete superior siendo pesimista que optimista. si no se entendió no pienso explicarlo!

Ay ella, comete chocolate en barra, se hace la superada..... quién te ha visto y quién te ve, loca, atrevida, burbujeante, chocha de la vida!!!! eso me hace feliz a mí!!!!!!!!!!!

Te quiero.

pd.: igual quiero más a cani que es mi nueva hna, tomá te lo dije! ja