miércoles, 22 de octubre de 2008

Un nido de carancho

Y se vino el electroencefalograma nomás. Si, el neurólogo entre las 40 cosas que me recetó, incluyó un electro del bocho para controlarme.
Me había hecho uno hace un tiempo pero, evidentemente, era muy precario el anterior, o no lo recuerdo bien, porque esta vez la cantidad de preparativos para tal fin fueron mucho más importantes.
Entro al consultorio, me siento en un sillón muy cómodo, que me hizo acordar al sillón de la óptica en el que me desmayé, y la doctora me indica que me va a poner como unas sopapas en la cabeza, a lo que yo pensé cómo me los iba a pegar. A los segundos supe que lo que iba a hacer que se pegaran no podía ser bueno. Dicho y hecho, la señora agarró una espatulita y empezó a ponerme como una pasta color crema y a pegar las sopapitas.
Durante todo el estudio no pude evitar pensar cómo me iba a sacar ese pastiche del pelo, especialmente porque tenía que esperar media hora para hacerme una tomografía. Es más, hasta quizás me salga mal el estudio porque me angustiaba la idea de salir así del consultorio y recorrer ese pasillo lleno de gente con la cabeza hecha un cucurucho de sambayón.
No puedo dejar de mencionar que el tema cabellera y electroencefalograma no se llevan bien, porque esa mañana, para el estudio, me tuve que lavar el pelo con jabón blanco, asíque la porra era descomunal.
Termina el estudio, me saca las sopapas y noto que uno de esos artefáctos lo tenía pegado en la frente y dos en las orejas, por lo que en el medio de la frente tenía un círculo rojo decorado con pasta y las orejas como si estuvieran sucias.
Obviamente cuando salí en el lugar donde antes de entrar no había nadie, ahora había 4 personas, por lo que huí del lugar sin levantar la mirada, directo al baño, donde el chorrito de agua era diminuto.
Me rendí, me entregué a la falta de estética. Ya no sólo estaba despeinada y con una especie de minibochitas de helado entre el pelo, sino que además ahora estaba preocupada porque en la tomografía no me podía mover ni un milímetro y la señora no era muy amable que digamos. No puedo con todo, paremos un poco!

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