En uno de los tantos episódios que conforman mi vida, hoy me encontré con uno que daba para filmarlo. El hecho aconteció al mediodía, termino de almorzar y me dispongo a calentar agua para un cafecito que evite la modorra. Pongo el agua en la pava y, al no tener fósforos, agarro el encendedor. Abro el gas, acerco el encendedor y la uña del dedo índice, que se encontraba recién pintada con barniz de uñas rojo, sufrió los efectos del alto calor que se desprende de la hornalla del demonio.
El resto fue una consecución de hechos desafortunados. El ardor de la uña me hizo largar el encendedor a milímetros del fuego, por lo que trato de correrlo y me quemo otro dedo. Asíque con la uña corrida, el dedo quemado y ya con pocas ganas de tomar algo, me senté en la cocina y esperé que se hiciera la hora de trabajar pasando la mano por el pelo para evitar la ampolla inevitable.
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