martes, 9 de marzo de 2010

Rompiendo el hielo

Luego de mucho miedo, terror, pánico y demás pensamientos horribles acerca de mi destino dental, agarré el teléfono, llamé al odontólogo que mi obra social ahora me ofrece y pedí turno.
Para mi sorpresa tenían turno para ese día, no estaba preparada mentalmente pero a veces es mejor no pensar. Así que pasaron unas cuatro horas y yo me encontraba en la sala de espera del odontólogo pensando que me esperaban minutos terribles.
Cuando me llamó entré y me estaba esperando en la puerta del consultorio. Se ve que no le calculé al espacio y cuando lo saludé con un beso, y sin querer, me tocó la teta izquierda. Dejé pasar el momento sin ponerme nerviosa o incómoda ya que lo que me esperaba era más grande que una simple tocada de teta accidental.
Me siento, todo olía a ese espantoso olor de consultorio odontológico. Me hace unas preguntas y me dice que me va a revisar. Revisa, anota, revisa, anota hasta que noté que se me venía el diagnóstico que no quería escuchar.
Luego de anotar algo más en la computadora, se da vuelta y me dice "bueno, no es nada grave, no hay caries, no hay infección, sólo son las encías"
Me sonreí, respiré aliviada y pensé en por qué había esperado tanto para sacarme el problema de encima.
Terminó la consulta con una Ruqui mucho más relajada, nos saludamos con un beso, está vez sin más contacto físico que él de las mejillas y salí tan contenta. Caminé por las calles escuchando música, parecía que venía de la mejor primera cita de la historia. Pero no, nada de amor ni ninguna de esas paparruchadas, sólo era felicidad de haber dejado atrás uno de los mayores temores que me vienen persiguiendo, dejar para mañana los dolores que puedo arreglar hoy.

1 comentario:

Taller Literario "El Plumero" dijo...

Ay que suerte que tenes!!! Yo tengo fobia al dentista, por eso soy un tanto obsesiva con el cuidado de mis dientes, para evitar tener que ir!!! Ojala me pase lo mismo el dia que me decida a llamar!!