Antes, hace un par de años, cuando cobraba iba y me compraba un bolso, una pilchita, un par de zapatos. Hoy, la crisis y los problemas que acarrea la inflación hacen que mis vicios y mi tendencia a la compra compulsiva se vean un poco perjudicados, es por eso que hoy me conformo con mi nuevo aliado mercantil: el esmalte de uñas. Con unos pocos pesos puedo complacer mi espíritu consumista, mi bolsillo no sufre inclemencias y mi botiquín ya no se siente tan vacío con esas pocas curitas y el alicate que solía tener.
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