En mi carrera ascendente en la educación me toca darle clases de inglés a un grupo de adolescentes de 15 a 17 años que poco y nada quieren mi presencia en el aula pero, en fin, a mi me pagan por enseñar y yo les enseño, que tanto.
Al principio me costó interpretar el mundo de estos gurrumines, especialmente porque el único contacto que tenía con seres de su edad era odiarlos en el colectivo y tener ganas de matarlos cuando hablaban en un idioma inentendible.
A estos, mis alumnos, la verdad que aprendí a quererlos y me gusta compartir un rato con ellos.
Hoy terminamos de hacer las actividades de la clase y nos quedaron unos minutos para charlar de ellos y sus temas adolescentes.
Durante la semana los padres de los alumnos habían tenido una reunión con las autoridades por el bajo nivel del curso, por lo que me pareció interesante saber cómo había salido ese encuentro. La charla que tuve con los alumnos fue así:
YO: Y chicos, qué pasó con la reunión?
Alumna: Y se juntaron los padres y los directivos y llegaron a la conclusión de que no nos gusta estudiar y que somos vagos. Y la verdad, tienen razón
Yo: Ahhhhh, mira vos!
No supe qué más decirles. Conclusión contundente si las hay a la que arribaron.
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