domingo, 7 de noviembre de 2010

Ruqui al quirófano

Hace tiempo que tengo un lunar en la espalda, abajo del omóplato, y luego de muchas idas y vueltas un cirujano con ganas de cortar me dijo "ahhh, no, esto hay que sacarlo". Y Ruqui, entre sumisa, cagona e hipocondríaca, se presentó el 2 de noviembre en la clínica para despojarse de su lunar sin saber que le esperaban unos preparativos quirúrgicos más parecidos a una cirugía a corazón abierto que a un simple lunar.
Llegué al lugar, me recibió una asistente que todo el tiempo me decía Romi, gordita y demás señales de confianza que no teníamos. Me mete en un cuartito y me dice "bueno, sacate la ropa dejala acá, pone esta bata con la abertura del lado de atrás, ponete estas botitas de tela y la cofia"
Para ese momento yo creí que me estaban confundiendo con otra paciente que tenía que hacerse alguna intervención seria, pero como me llamaba por mi nombre dejé esa duda de lado.
Y así, semi en bolas, me llevaron a un quirófano, me hicieron acostar boca abajo y, por supuesto, la batita no dejó nada librado a la imaginación durante los 20 minutos que duró la intervención. Quiero mencionar que, gracias a Dios, me dejaron los calzones (como dice mi abuela) para evitar que me sintiera peor de lo que me sentía, y no por la anestesia o por que me doliera algo, sino por no poder dejar de pensar en la imagen que estaba dejando.
En fin, terminó la intervención, me cosieron cual matambrito y me devolvieron al cuarto donde me reencontré con mi ropa y con mi dignidad.

1 comentario:

manu dijo...

Antes que nada me alegro que este bien Ruqui, y ahora le tengo que decir que me saco la primer sonrisa del dia con la imagen que vino a mi mente de la frase por lo menos me dejaron los calzones, jajajaja, mortal!!!!!