Me duele una muela, me molesta, me jode. Pero mi valor para ir al odontólogo es inversamente proporcional a la necesidad de ir al odontólogo.
Todo lo que hay en un consultorio me aterra. El olor, esos baberos, la silla en la que te tenés que sentar para que te atienda, el vasito con agua, la bacha para enjuagarte la boca, los lentes del odontólogo, en fin, todo.
Pero lo peor de lo peor es el torno. No puedo creer que exista todavía ese aparato endemoniado con ese ruido idem, que te atornilla el cerebro.
No puedo creer que exista un silenciador para armas de fuego y que no hayan logrado que el torno no haga ese ruido espantoso. Un poco de ingenio, pónganse a laburar en eso, caracho!
Sé que mi idea de que los dientes sean descartables no va a ser posible, pero minimamente mejoremos la calidad de vida de los que nacimos condenados a tener dentadura de mala calidad.
1 comentario:
no seas maricotas ruqui! además el ruido del torno es super relajante! copate y andá tontita!
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