Cortame las puntas y NADA MAS!

Si mi vida se puede contar en base a un tema, creo que el pelo y su forma de actuar es un gran item. De chiquita todo iba bien, un pelo adorable en todas sus presentaciones, con dos colitas, dos trenzitas, una trenza, trenza cocida (mi favorita otrora), suelto, con bincha, con moños, y para cerrar esta bella imágen, un flequillo divino y un brillo envidiable.
Luego, años más tarde, cuando llegó la natación y el cloro a mi vida todo se fué al carajo. Ya en el club el pelo pasó a ser mi responsabilidad, la cual obviamente no fué cumplida y de no desenredarme correctamente a abusar de la Sabía que no se enjuagaba, pasó lo que tenía que pasar. El pelo se reveló.
Mi mamá en un acto de arrojo pocas veces visto (no sé si fué arrojo o hijaputez) nos cortó el pelo a lo Cristobalito Colón, y se vino la raya al medio (otro error garrafal), para sumar más cloro de pileta, un combo letal!
Después llegó, como les pasó a muchas chicas de mi época, el síndrome Araceli. Si si si, corrimos a la pelu con la fotito de Ara y nos hicimos el corte. Y bueno, no hay mucho para contar, si no fuera por el hecho de que una vez el pediatra me dijo: " y a vos pibe, qué te anda pasando, qué te duele?", a lo que contesté "soy nena" y el tipo mira la historia clínica y me dice "ah cierto, Rominita, contame qué tenés", a lo que tendría que haber contestado "sabés que tengo, que sos un gordo pelotudo, salame"
Pero no, dejé que la naturaleza hiciera que crezca el pelo, hecho que tardó más de lo necesario y el tiempo intermedio fué fatal, hay fotos que lo documentan.
Con la adolescencia el pelo sufrió tinturas a base de papel crepé, flecos rubios, una trencita africana artesanal que no surtió efecto, pero como todo tiene un límite, no caí en la rapada de nuca tan de moda. Hay límites.
Los años pasaron y a pesar de ser una eterna despeinada, una se empezó a arreglar un poco, para algún purrete, para algún evento. Llegó la planchita (ranquea como gran invento junto a la lamparita), aprendimos a hacernos el brushing, dejamos de nadar y dejamos de pensar que el pelo como queda queda, a pesar de que a veces la realidad muestre lo contrario.