Arranco directamente con la pregunta que vengo pensando hace unos días: ¿Qué hacemos con el optimismo? Lo pregunto porque realmente no sé qué hacer con él. No sé si ser partidaria y firme defensora o si ser enemiga a ultranza y reírme en la cara de aquellos que se entregan a ser los que miran el vaso medio lleno aún cuando ya les están entregando los chalecos salvavidas en un naufragio.
Justo se dio la oportunidad de pensar este gran tema, por lo menos para mí, porque me he encontrado con diversos personajes que me dieron sus posturas sobre ser un optimista, y, perdón por el lenguaje, pero no hablo del "boludo alegre" que ve todo lindo y simpático, sino que me refiero a aquel que puede rescatar lo positivo hasta de aquellos hechos que aún no ocurrieron.
En twitter leí a Kevin Johansen quien dejó una frase de Murphy que decía que "un pesimista es un optimista con experiencia". Esto me dejó pensando en que muchos optimistas deben haberse visto abandonados a su suerte y perdidos porque todos sus esfuerzos por creer, mirar para adelante y pensar en positivo se les cayeron al piso tan sólo por la espera de algo que nunca llegó.
También puede pensarse desde otro lado porque en algún punto creo que los optimistas viven mejor o por lo menos transitan con menos peso lo que para otros como yo, pesimistas de la primera hora, tenemos que soportar y transitar.
Para un pesimista que se precie de tal no hay nada como perfeccionar su técnica diciendo que no se anima a ser optimista porque prefiere pensar que las cosas pueden salir mal, y si por esas casualidades las cosas salen bien encontrarse con la sorpresa y no pensar en el tiempo perdido.
Podemos decir que los optimistas deberían jubilarse de tal tarea insufrible y cansadora, ya que amargarse para después ponerse contento por haberse amargado sin sentido es mucho más valorable que ser feliz y positivo de una!
Será que nos da miedo ser optimistas y tener razón?
Papelera de ruquiclaje
Un poco de esto, aquello y de lo otro.
domingo, 22 de abril de 2012
lunes, 5 de marzo de 2012
Si, señorita
Ayer volví al teatro. Hace mucho tiempo que no iba a ver una obra, no porque no quisiera sino porque no sabía qué ver, con quién, cuándo y cómo volverme desde la Capital sola en el Sarmiento (riesgoso desde todo punto de vista).
Pero con Yo amo a mi maestra normal había algo inexplicable que me atraía hacía ella. Y como toda atracción, no hay que frenarla.
Allí estaba yo con mi madre y mi abuela, tres generaciones dispuestas a ver a ese hombre transformado, diferente pero igual a las maestras que cualquiera de nosotras tres tuvimos.
La expectativa había llegado a su fin, Juan Pablo Geretto y su maestra salieron a escena y, como no podía ser de otra manera, no me decepcionaron. Sus gestos, posturas, los agudos, las respiraciones todo parecía calcado de las docentes que me enseñaron, de todas ellas tenía un poco y al mismo tiempo era tan única que nadie se le podía parecer.
No sólo esta obra fue genial al verla, sino que además se transformaba para mí en una especie de espejo porque ahora que me paro frente a una clase y trato de enseñar algo, puedo ver toda la fragilidad, las angustias, el amor disfrazado de enojos y las esperanzas que antes no podía ver como alumna.
También sentí un poco de envidia, ver a ese hombre ser otra, hacerme reír y llorar, y volver a reír mientras todavía me secaba las lágrimas. En un mismo acto poder ver tanto amor, porque sólo un sentimiento como ese por alguien te puede hacer recordar tantos detalles y mostrarle lo que tu memoria guardó.
Por otro lado, me volvió a exponer frente a una cuenta pendiente: cómo se debe sentir estar en un escenario? cómo será lograr lo que él logra?
Ya ven que la intensidad y la revolución despertada no fueron para nada sutiles.
Creo que sólo un gran actor o una gran actriz sin nada más que su presencia pueden lograr lo que ayer Geretto logró en nosotros, y yo pensaba que esto le debe pasar por la cabeza a varios de los que lo han ido a ver, pero para mi fue único y revelador.
PD: Les recomiendo ampliamente que vayan a verlo al Multiteatro de miércoles a domingo, les quedan 2 semanas, después no digan que no les avisé!
domingo, 29 de enero de 2012
Fin de fiesta
Estoy de vuelta, se han terminado unas vacaciones hermosas que me sirvieron para descansar, charlar, escuchar, valorar y saber que hay lugares donde uno puede reposar un rato y tomar impulso.
Anduve por ahí, sembrando un poco de calma y dándome cuenta que por más que la gente querida se me desparrame por ahí, siempre vuelvo a ellos y parece que los kilómetros y los días pasados no modifican nada, y charlamos como si nuestra última mateada hubiera sido ayer.
Ahora, dentro de unos días, vuelvo a mi vida y espero llevar conmigo la alegría que siento hoy.
Gracias por hoy, ayer y mañana!
Post dedicado a Lau, Mike y Mafi por recorrer conmigo estos días.
Anduve por ahí, sembrando un poco de calma y dándome cuenta que por más que la gente querida se me desparrame por ahí, siempre vuelvo a ellos y parece que los kilómetros y los días pasados no modifican nada, y charlamos como si nuestra última mateada hubiera sido ayer.
Ahora, dentro de unos días, vuelvo a mi vida y espero llevar conmigo la alegría que siento hoy.
Gracias por hoy, ayer y mañana!
Post dedicado a Lau, Mike y Mafi por recorrer conmigo estos días.
martes, 1 de noviembre de 2011
viernes, 21 de octubre de 2011
sábado, 15 de octubre de 2011
Comedia para todos
Los años me han enseñado que casi todo en la vida puede tomarse con humor y transformarse en una buena anécdota para salvar la noche en alguna reunión con conocidos o para recordarlo en casa y reír a carcajadas.
Si estoy en confianza, puedo decir que las hechos más impresentables de mi vida los recuerdo con humor y los repito mentalmente hasta que llegué el momento de desdramatizarlos olímpicamente.
Desde concurrir a médicos, pasando por abandonos de novios, situaciones familiares disfuncionales hasta obsesiones varias, todo me ha servido para que la vida no me haga estar más inadaptada de lo que estoy.
Sin ir más lejos el otro día les contaba a unos amigos lo que me pasa últimamente en los medios de transporte público, más precisamente en el colectivo.
Todos los días para ir a mi trabajo me tomo el mismo colectivo, con la misma gente específicamente en la primera parada del recorrido. Uno, como buen loquito, suele encariñarse con un lugar específico del colectivo y suele querer viajar en ese lugar, claro que una persona normal sólo lo desearía, pero para mí es casi un amuleto sentarme en ese lugar elegido.
Pero claro, siempre suele subirse alguien delante mío y, a pesar de tener todo el colectivo para él, va y se sienta es "mi" lugar. Aclaro lo de mi lugar con comillas porque entiendo que ese lugar no ES propiamente mío... aún.
Sorteado este detalle del asiento usurpado, paso a otro de mis conflictos, el cual ocurre cuando me siento en un asiento doble y la persona que sube detrás de mi, repito que teniendo todo el colectivo libre, viene a sentarse a mi lado. Por qué me pregunto yo, y debo confesar que una vez lo dije en voz alta espantando a la persona que se sentó conmigo.
Les reitero que comprendo perfectamente el concepto de medio de locomoción público, pero por alguna razón mi cerebro y mis temas psicológicos no parecen hacer caso a las normas de convivencia y tolerancia del mundo en general.
Puede ser que me afecte tanto que alguien se me siente al lado para compartir codo a codo un viaje de no más de 20 minutos? Tiene que haber una explicación como esas que pregonan que no tolero los vínculos estrechos, que alejo a las personas para no sufrir, que necesito espacio. No puede ser sólo intolerancia a los humanos.
Si estoy en confianza, puedo decir que las hechos más impresentables de mi vida los recuerdo con humor y los repito mentalmente hasta que llegué el momento de desdramatizarlos olímpicamente.
Desde concurrir a médicos, pasando por abandonos de novios, situaciones familiares disfuncionales hasta obsesiones varias, todo me ha servido para que la vida no me haga estar más inadaptada de lo que estoy.
Sin ir más lejos el otro día les contaba a unos amigos lo que me pasa últimamente en los medios de transporte público, más precisamente en el colectivo.
Todos los días para ir a mi trabajo me tomo el mismo colectivo, con la misma gente específicamente en la primera parada del recorrido. Uno, como buen loquito, suele encariñarse con un lugar específico del colectivo y suele querer viajar en ese lugar, claro que una persona normal sólo lo desearía, pero para mí es casi un amuleto sentarme en ese lugar elegido.
Pero claro, siempre suele subirse alguien delante mío y, a pesar de tener todo el colectivo para él, va y se sienta es "mi" lugar. Aclaro lo de mi lugar con comillas porque entiendo que ese lugar no ES propiamente mío... aún.
Sorteado este detalle del asiento usurpado, paso a otro de mis conflictos, el cual ocurre cuando me siento en un asiento doble y la persona que sube detrás de mi, repito que teniendo todo el colectivo libre, viene a sentarse a mi lado. Por qué me pregunto yo, y debo confesar que una vez lo dije en voz alta espantando a la persona que se sentó conmigo.
Les reitero que comprendo perfectamente el concepto de medio de locomoción público, pero por alguna razón mi cerebro y mis temas psicológicos no parecen hacer caso a las normas de convivencia y tolerancia del mundo en general.
Puede ser que me afecte tanto que alguien se me siente al lado para compartir codo a codo un viaje de no más de 20 minutos? Tiene que haber una explicación como esas que pregonan que no tolero los vínculos estrechos, que alejo a las personas para no sufrir, que necesito espacio. No puede ser sólo intolerancia a los humanos.
Saturday Night Live
Los sábados a la noche son un punto de inflexión para los solteros. Y dentro de este selecto grupo de "de a uno" que encontramos podemos decir que hay muchas subdivisiones.
La primera podría ser la de los infatigables que cada sábado empilchan y se producen para salir e ir al encuentro de otros solteros con la esperanza de transformarse en la cita inamovible del resto de los sábados del otro.
Después tenemos a los que no se producen y están a la espera de los sonidos mágicos del celular que les anuncien que aquel que creían que se había olvidado de ellos, finalmente los recordó. Luego tenemos a los que creen que los sábados no son días diferentes a los demás e inundan sus noches con películas, video juegos, cervezas y pizzas sin moverse del sillón más que para abrir nuevamente la heladera o atender al chico del delivery de la heladería.
También, no podemos olvidarnos, de los chateadores que visitan cuanta sala de chat exista con su nik perfectamente pensado y su capacidad intacta de conseguir una cita, claro que vía internet, para la semana.
Obviamente que tenemos muchos más estilos de solteros pero más allá de eso, pensaba qué hace que muchos de los seres humanos sin pareja ocupen su tiempo en pasarse al bando de los que si la tienen. Qué hace tan atractiva la posibilidad de tener un otro al lado, y especialmente los sábados a la noche.
Es difícil ser soltero, como casado, como estar de novio, como la primera cita, como la última. Pero indefectiblemente la mayoría intenta perseverar en la dificultad de ser dos.
Y más allá de la comodidad de ser uno, casi sin excepción buscamos la manera de que, mientras nos servimos la segunda copa de vino, pensemos que estar con otro quizás podría ser mejor.
Pensaba esto luego de ver una película en la que la protagonista se separa y tiene que adaptarse a su nueva vida de soltera viviéndolo con pesar y siendo el lugar donde todos depositaban sus miradas condescendientes hacia la nueva "sola" del grupo.
En esta película ella transcurre su nueva soltería con citas fallidas que involucraban seres impresentables, para llegar al final logrando enamorarse y ser nuevamente la mujer feliz.
Y pensaba que quizás podrían haber mostrado esta historia desde otro lugar, ya que me quedé con la sensación de que los 120 minutos habían sido una carrera de la muchacha en cuestión para escapar de su soltería, cuando en realidad podría haber huido del lugar en el que los otros la habían ubicado.
No siempre debemos correr más rápido que nuestra vida de solteros para no ser alcanzados. Pero por qué hay tantos ejemplos que parecen mostrar lo contrario?
La primera podría ser la de los infatigables que cada sábado empilchan y se producen para salir e ir al encuentro de otros solteros con la esperanza de transformarse en la cita inamovible del resto de los sábados del otro.
Después tenemos a los que no se producen y están a la espera de los sonidos mágicos del celular que les anuncien que aquel que creían que se había olvidado de ellos, finalmente los recordó. Luego tenemos a los que creen que los sábados no son días diferentes a los demás e inundan sus noches con películas, video juegos, cervezas y pizzas sin moverse del sillón más que para abrir nuevamente la heladera o atender al chico del delivery de la heladería.
También, no podemos olvidarnos, de los chateadores que visitan cuanta sala de chat exista con su nik perfectamente pensado y su capacidad intacta de conseguir una cita, claro que vía internet, para la semana.
Obviamente que tenemos muchos más estilos de solteros pero más allá de eso, pensaba qué hace que muchos de los seres humanos sin pareja ocupen su tiempo en pasarse al bando de los que si la tienen. Qué hace tan atractiva la posibilidad de tener un otro al lado, y especialmente los sábados a la noche.
Es difícil ser soltero, como casado, como estar de novio, como la primera cita, como la última. Pero indefectiblemente la mayoría intenta perseverar en la dificultad de ser dos.
Y más allá de la comodidad de ser uno, casi sin excepción buscamos la manera de que, mientras nos servimos la segunda copa de vino, pensemos que estar con otro quizás podría ser mejor.
Pensaba esto luego de ver una película en la que la protagonista se separa y tiene que adaptarse a su nueva vida de soltera viviéndolo con pesar y siendo el lugar donde todos depositaban sus miradas condescendientes hacia la nueva "sola" del grupo.
En esta película ella transcurre su nueva soltería con citas fallidas que involucraban seres impresentables, para llegar al final logrando enamorarse y ser nuevamente la mujer feliz.
Y pensaba que quizás podrían haber mostrado esta historia desde otro lugar, ya que me quedé con la sensación de que los 120 minutos habían sido una carrera de la muchacha en cuestión para escapar de su soltería, cuando en realidad podría haber huido del lugar en el que los otros la habían ubicado.
No siempre debemos correr más rápido que nuestra vida de solteros para no ser alcanzados. Pero por qué hay tantos ejemplos que parecen mostrar lo contrario?
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