Pero con Yo amo a mi maestra normal había algo inexplicable que me atraía hacía ella. Y como toda atracción, no hay que frenarla.
Allí estaba yo con mi madre y mi abuela, tres generaciones dispuestas a ver a ese hombre transformado, diferente pero igual a las maestras que cualquiera de nosotras tres tuvimos.
La expectativa había llegado a su fin, Juan Pablo Geretto y su maestra salieron a escena y, como no podía ser de otra manera, no me decepcionaron. Sus gestos, posturas, los agudos, las respiraciones todo parecía calcado de las docentes que me enseñaron, de todas ellas tenía un poco y al mismo tiempo era tan única que nadie se le podía parecer.
No sólo esta obra fue genial al verla, sino que además se transformaba para mí en una especie de espejo porque ahora que me paro frente a una clase y trato de enseñar algo, puedo ver toda la fragilidad, las angustias, el amor disfrazado de enojos y las esperanzas que antes no podía ver como alumna.
También sentí un poco de envidia, ver a ese hombre ser otra, hacerme reír y llorar, y volver a reír mientras todavía me secaba las lágrimas. En un mismo acto poder ver tanto amor, porque sólo un sentimiento como ese por alguien te puede hacer recordar tantos detalles y mostrarle lo que tu memoria guardó.
Por otro lado, me volvió a exponer frente a una cuenta pendiente: cómo se debe sentir estar en un escenario? cómo será lograr lo que él logra?
Ya ven que la intensidad y la revolución despertada no fueron para nada sutiles.
Creo que sólo un gran actor o una gran actriz sin nada más que su presencia pueden lograr lo que ayer Geretto logró en nosotros, y yo pensaba que esto le debe pasar por la cabeza a varios de los que lo han ido a ver, pero para mi fue único y revelador.
PD: Les recomiendo ampliamente que vayan a verlo al Multiteatro de miércoles a domingo, les quedan 2 semanas, después no digan que no les avisé!